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¡Hola a todas! Y bienvenidas a la segunda temporada al podcast para psicólogas de “De psicólogas para psicólogas”, creado por Eunip. En el episodio de hoy hablaremos sobre el proceso de colusión paciente/psicóloga. Estaremos acompañadas de Mónica Adhrent, coordinadora del equipo de Somos Estupendas y directora del Máster de psicoterapia integradora de EUNIP.
Como ya sabéis en esta temporada, el objetivo era centrarnos en conectar con lo que nos pasa como humanas siendo terapeutas. En caso de que no hayáis escuchado otros podcast en los que ha participado Mónica, como el de disociación de la personalidad y estados del yo, os invitamos a que lo hagáis.
A lo largo del episodio de hoy, hablaremos sobre qué es el proceso de colusión, que es lo que sucede cuando no confrontamos a los pacientes y cómo identificar que estamos en ese patrón en terapia.
En este podcast hablamos de:
¿Qué es el proceso de colusión en el escenario de la relación terapéutica?
Cuando hablamos de colusión, nos referimos a un término de la psicología norteamericana. Si bien no tiene el mismo significado en español, nos referimos al acuerdo entre dos partes que tienen como fin hacer daño a un tercero.
Si pensamos en la colusión, es una de las formas de relacionarnos dentro de nuestros patrones de apego y de nuestras estructuras defensivas. Cuando se juntan dos personas en una relación diádica, cada uno de ellos trae una mochila. Y es esta, la que va a encajar o no, dentro de la mochila del otro. Dentro de estos procesos se pueden dar:
- Colaboración: Cuando los patrones de apego encajan perfectamente.
- Colisión: Cuando los patrones de apego de ambos confrontan.
- Colusión: cuando sobre el papel, las cosas van bien, pero la realidad es otra. Es decir, cuando se activa un patrón que podría llegar a ser disfuncional.
Ejemplo de proceso de Colusión
Un ejemplo de Colusión sería, una paciente que llega a consulta refiriendo múltiples patrones disfuncionales en sus relaciones y que nadie la entiende. Esto confluye con nuestro deseo por comprender a nuestros pacientes. A raíz de las sesiones, esta paciente nos dice cosas o hace cosas, que alimentan los conflictos que nos presenta.
Por ello, nos vemos en la necesidad de confrontarlo en sesión. En este momento la paciente activa sus defensas y empieza a decirnos que nosotras tampoco la comprendemos, y que siempre le pasa igual. Y nosotras, en lugar de trabajarlo, como nos ha tocado nuestra fibra, que nos hace pensar que entendemos a todos, le devolvemos que sí que la entendemos. Así, dejamos de confrontarla, porque nosotros la entendemos, pero en realidad, no estamos trabajando lo que la terapia requiere.
El vínculo lo consideramos imprescindible, pero puede ser complicado, si no somos conscientes de lo que está pasando. Cuando estamos colisionando, puede ser que pensemos que está todo bien, pero lo estamos haciendo más desde nuestras defensas egóicas, más que desde la necesidad del proceso terapéutico.
¿Qué pasa cuando no confrontamos nunca a las pacientes, y siempre nos quedamos en un lugar cómodo?
La colusión se parece mucho a la colaboración, pero si ponemos encima de la mesa, si de verdad estamos trabajando de la manera que nos gustaría, por si le molesta al paciente, ahí se podría dar esa colusión.
Es decir, el fin del vínculo terapéutico es trabajar la autonomía del paciente y el objetivo es ser prescindibles. Pero cuando nos manejamos entre el síndrome de la impostora y la parte de la narcicóloga, nos hace sentirnos valiosas e importantes.
Si nos coartamos de abordar algunas cosas, porque al paciente le hace daño, ahí es cuando nos tenemos que plantear si se está dando este proceso de colusión. Es decir, no es que haya que confrontarlo todo, pero si lo estoy dejando todo para luego, tengo que pensar si me está tocando esa dinámica mía, que me dice que soy una salvadora, que entiende, que escucha y que al final no está fomentando la autonomía de la paciente.
¿Por qué creemos que la colusión nos engaña?
Si en sesión o a lo largo de un proceso, te das cuenta de que hay una serie de dinámicas que se repiten, ahí tenemos que poder plantearnos que es lo que sucede. Lo vemos mucho con ese vínculo cuando se tienen que separar, y hay que hacer una derivación. Si alimentamos esa dependencia del paciente hacia mí, no estoy siendo consciente de que es lo que hay detrás y que no se corresponde realmente con el vínculo terapéutico.
No somos imprescindibles en la vida de la persona.
Mónica Adhrent
Es importante que nos exijamos una revisión y que veamos como estamos participando nosotros en ciertas dinámicas que sí que estamos trayendo al proceso, a través de la transferencia y contratransferencia.
Todo lo que sucede dentro de ese proceso terapéutico, va a dejar una impronta sobre como deben ser las relaciones. Por lo que si no confrontamos, no estamos enseñando que en los vínculos también es importante diferir y tolerar las diferencias. Y, por lo tanto, derivaría en situaciones que me hacen percibirme como rechazada.
Puede ser que al paciente le demos la razón ante conductas que son tóxicas, y si alimentamos a esa parte le estamos dando una distorsión de las relaciones personales.
¿Cómo identificar que estamos moviéndonos en este patrón en terapia?
En primer lugar, no olvidemos la importancia de revisarnos. Es decir, necesitamos acudir a supervisión, para sacar con otra persona más experta esas dinámicas que se están produciendo en la terapia. De forma que podamos conocernos a nosotras mismas, ¿Qué pasa cuando un paciente te confronta? ¿Qué pasa cuando un paciente te agradece mucho?, ¿Que temas tiendes a evitar en terapia?
Es decir, pasa cuando no eres la que está gestionando el baile en terapia. De forma que podamos trabajar esa parte del vínculo terapéutico que tiene unos objetivos finales. Así, podremos reflexionar acerca de qué aspectos nos tocan la fibra y así poder ir entendiendo como lo encajas.
Parece que, en muchas ocasiones, los casos que llevamos a supervisión son aquellos en los que hay colisiones. Es decir, que nos parecen más complejos, que la contratransferencia me genera malestar. No llevamos aquellos casos en los que nos sentimos muy conectados con nuestros pacientes, y tenemos la sensación de que todo va bien.
Cuando todo va muy bien, necesitamos plantearnos que necesidades de nuestros pacientes que no estamos pudiendo cubrir. Sobre todo si estamos dando vueltas en círculos y no estamos pudiendo hacer avances, ni se presentan las tareas que proponemos. Es en estos momentos en los que nos tenemos que plantear, ¿qué estamos haciendo en terapia?, ya que a lo mejor no estamos haciendo nada y, por lo tanto, ¿qué está pasando para que el paciente no avance?
Por eso es tan complicada la colusión, porque está disfrazada de otras cosas que nos cuesta mirar. Darle visibilidad a que este patrón existe, nos permite identificar esas dinámicas que necesitamos identificar y nombrar. Siendo este el primer paso para poder hacerlo consciente a pesar de que no lo queramos ver, ya que nos hace sentir que no somos eficaces.